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"La gracia de Dios es todo lo que necesitamos para vivir en abundancia"

"Y me ha dicho: Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad. Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo". 2da Corintios 12:9

Estamos comenzando un nuevo mes con una nueva temática de estudio. Hemos dedicado el mes anterior a meditar y reflexionar en la santidad de Dios y cómo la misma repercute en la manera de pensar y actuar en nuestras vidas.

Esta nueva serie la estaremos dedicando a la gracia de Dios, y cómo la misma se vivifica en nosotros dando una nueva identidad y una nueva oportunidad.

El pasaje del apóstol Pablo a los corintios es uno de los textos más emblemáticos que hacen referencia a la gracia de Dios y cómo la misma toma trascendencia en la vida de cada uno de sus hijos.

Hablar de debilidad es hablar de áreas de derrota, de angustia, de vergüenza, de pérdida. Es no pertenecer o no cumplimentar las demandas que el statu quo del mundo que nos rodea demanda y espera de cada uno de nosotros.

En la sociedad sincretista, hedonista e individualista en la que nos movemos, nos encontramos que en ciertas ocasiones necesitamos hacer evidenciar y defender a capa y espada, ciertas fortalezas nuestras para que las mismas no se aprovechen de nuestras debilidades; y como consecuencia, cargar con los vestigios que cada derrota acarrea en sí misma.

De allí que nos cuesta entender racionalmente la idea de la gracia de Dios desde el punto de vista humano; ya que nuestra estructura mental pertenece a los paradigmas de un mundo ajeno y opuesto a los principios divinos.

Desde el punto de vista teológico bíblico, la gracia de Dios es la manifestación de la bondad, el amor y la pasión inmerecida del Dios todopoderoso hacia todas y cada una de sus criaturas.

Es el acercamiento de un Dios tres veces santo hacia cada hombre que camina carente de los beneficios para los cuales fue creado.

La gracia de Dios es un favor inmerecido del creador hacia el ser humano que cambia radicalmente en nosotros la comprensión de lo que es el amor, el perdón y la misericordia.

La única manera en la que podemos conocer la gracia de Dios en profundidad es en la obra redentora y justificadora del Señor Jesucristo.

En la entrega libre de Jesús por la humanidad en la cruz del calvario se sella el único pacto de Dios con la humanidad de restablecer un único camino para que de manera personal cada persona pueda reconciliarse con su creador.

Aquella frase popular en que todos lo caminos llevan a Roma y todas las religiones llevan a Dios es un gran engaño y una mentira en sí misma.

Puede ser que todos los caminos de este mundo nos lleven a un mismo lugar, pero solo uno llega al trono de la gracia de Dios, Jesucristo.

Dicho camino no descansa ni depende de nosotros mismos, sino que reposa en la gracia de un Dios grande en misericordia que extiende su amor a millares de generación en generación.

El apóstol Pablo entendió en su largo peregrinar de servicio que la gracia de Dios era lo único que necesitaba para sobrevivir en victoria cada día.

Los aplausos, las luces y las voces del mundo que le rodeaban, no eran suficientes ni influyentes a la hora de su toma de decisiones.

En su experiencia diaria con el Señor Jesucristo se fue dando cuenta que la única clave para el éxito era acudir, esperar y aceptar la gracia que venía de parte de Dios.

Descubrió que no solo la gracia de Dios era suficiente para su vida, sino que además lo fortalecía y capacitaba para lo que había de venir.

Y la grandeza de su declaración es que reconoce que en cada una de sus debilidades encuentra la clave para que el poder de Dios se perfeccionara en él, y no necesitase apoyarse en sus propias fortalezas.

Las fortalezas en nuestras vidas son aquellas áreas en las cuales nos sentimos firmes y seguros.

Jesús, durante gran parte de su ministerio, utilizó tiempo para advertir que la soberbia es la antesala de la hipocresía y de una pronta caída estrepitosa y ruidosa.

La soberbia en sus generalidades más básicas, es aquella idea de que no necesitamos de nada ni de nadie, que todo lo podemos hacer por, y en nuestras propias fuerzas.

Pablo acentúa en su propia experiencia que el poder de Dios se perfecciona, se enriquece, se nutre; en medio de las debilidades y no precisamente en las fortalezas.

Y en nosotros es lo mismo, es precisamente en las debilidades, en donde encontramos el punto más alto de inflexión de nuestro estado de vulnerabilidad. Es allí en donde nos sentimos débiles, incapaces e inoperantes en todas las áreas de nuestras vidas.

La idea de perfeccionamiento de la que nos habla Pablo se entiende que no es algo que se consigue de la noche a la mañana, sino más bien como consecuencia de una acción de aprendizaje constante, repetitiva y consecuente.

Dios lo hace porque conoce lo que hay dentro nuestro. Esta idea de creer que somos infalibles, intocables y que no necesitamos de nada ni de nadie.

Decíamos al comenzar esta reflexión que es difícil entender la idea de la gracia desde nuestra perspectiva humana, ya que la misma casi siempre nos lleva a una idea errónea de la justicia.

Valga la redundancia, nuestra justicia humana es una justicia injusta; ya que se anhela aplicar con parámetros subjetivos desde el punto de vista del damnificado.

En la gran mayoría de los casos esperamos poder aplicar nuestra justicia con todo el peso de la ley desde nuestros parámetros, y siempre y cuando los acusados sean los demás.

Pero cuando los culpables somos nosotros tendemos a apelar a todas las estrategias que encontremos disponibles para clamar por el perdón y la misericordia.

Jesús nos enseñó que no hagamos con los demás lo que no queremos que hagan con nosotros.

Es esta regla de oro del Señor Jesucristo debería latir con mayor intensidad en cada momento en cada situación.

Dios no nos pide que nos vanagloriemos en nuestras fortalezas para caminar a su lado, sino todo por el contrario que nos gloriemos en nuestras debilidades para que su poder pueda reposar en cada uno de nosotros.

¿Has podido experimentar la gracia de Dios en tu propia vida? ¿Utilizas las debilidades como oportunidades para que el poder y la gracia de Dios te perfeccionen y capaciten cada día?

Dios nos ayude para que en medio de las pruebas y caídas podamos ser fortalecidos y enseñados por nuestro amado Señor.

Que podamos ser como el barro en las manos del alfarero, que encuentra en su diseño, la finalización de una vasija valiosa, útil y apartada para él.

En la gracia de aquél que nos capacita y entrena para experimentar su poder en nuestras vidas.


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