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"Solo una vida en santidad ofrece una ofrenda agradable a Dios"

"Acercándoos a él, piedra viva, desechada ciertamente por los hombres, mas para Dios escogida y preciosa. Vosotros también, como piedras vivas, sed edificados como casa espiritual y sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de Jesucristo". 1ra Pedro 2:4-5

Estamos cerrando en esta reflexión, la serie del mes de Mayo, dedicada al estudio minucioso de lo que es la santidad de Dios y cómo la misma repercute en la vida de cada uno sus hijos.

Según nos presenta el apóstol Pedro, nuestra verdadera adoración será aceptable delante de Dios si la misma está bajo los lineamientos dados por él.

Dichos lineamientos son una vida centrada, separada y guardada de manera irreprensible delante de él en todas las facetas y áreas de nuestras vidas.

El apóstol Pedro nos anima en este pasaje a acercarnos a Jesucristo para poder alcanzarlo.

Al mirar el mundo a nuestro alrededor nos damos cuenta por qué el apóstol nos recomienda acercarnos a Jesús.

La gran mayoría de las cosas que transcurren a nuestro derredor está en gran parte focalizado a una mirada un tanto egoísta, efímera y pasajera con las cosas que este mundo propone.

Suele suceder que los grandes desafíos con los que nos encontramos a cada paso tienen que ver con cuestiones de índole físico, emocional, laboral, relacional, económico; entre otros más.

La idea de lo trascendental y eterno pareciera que necesita cierta dedicación y esfuerzo extra para poder alcanzarlo e incluirlo en la agenda ajetreada y cargada de cada día.

La oración y la lectura de la Palabra de Dios en vez de ser el alimento y el oxígeno para nuestras vidas, en muchas ocasiones pasa a ser una pesada mochila sobre nuestras espaldas.

A lo largo de varios testimonios escuchados en las entrevistas pastorales, muchos de los temas tratados es la dificultad de tener un tiempo devocional diario con el Señor.

El ruido a nuestro alrededor, el cansancio, la falta de incentivo en ciertas ocasiones; nos puede llevar a que ese tiempo tan especial pase a ser una obligación y una carga más en nuestro programa rutinario.

Aquellos que caminamos con el Señor de una parte hasta ahora sabemos a lo que nos estamos refiriendo; y es esa sensación de inestabilidad emocional lo que repercute en todas las áreas de nuestras vidas, incluyendo la espiritual.

La verdadera espiritualidad es aquella que no necesita un refuerzo emocional y racional para alcanzarla, sino mas bien la que brota como fruto de la experiencia de fe con nuestro creador.

Es allí en donde nos damos cuenta que así como nuestro cuerpo necesita del oxígeno, el alimento y el agua; de la misma manera nuestro ser interior necesita nutrirse de la presencia de Dios para sobrevivir.

Solo una relación con Jesucristo es lo que nos asegura experimentar la paz, el gozo y la dicha de caminar a su lado.

Opuesta a esta experiencia, se encuentra el activismo religioso y todo tipo de hábitos que externamente reflejan un estilo de vida espiritual, pero que internamente en muchas ocasiones la misma está apagada, débil y seca.

Todas nuestras manifestaciones externas de espiritualidad no deben ser inventadas, forzadas y/o simuladas; sino que las mismas sean mas bien el fruto de nuestra experiencia sincera, leal y fresca con nuestro amado Salvador y Señor Jesucristo.

Y decimos que la realidad a nuestro alrededor con su sistema complica, porque el mismo ha despreciado y dejado de lado a Dios y a sus propósitos para con el mundo.

Esta tensión entre el pensamiento del mundo y la vida que agrada a Dios es la lucha que cada día debemos enfrentar aquellos que queremos agradar a Dios y vivir para él.

El Señor Jesús no nos mandó a que nos aislemos del mundo, sino a vivir en él para brillar con la luz de esperanza y de renuevo que su evangelio propone al caído, perturbado y afligido.

El evangelio son las buenas nuevas de Dios para el hombre, ya que trae en el mismo la medicación para solucionar los vestigios que el pecado arraiga en su corazón.

Es la obra redentora y justificadora de Jesucristo la que nos prepara, capacita y habilita para gozar de una relación abierta, estrecha y personal con el Dios eterno.

Cuando esta realidad es una experiencia sincera en nosotros, entendemos la necesidad y la urgencia de acercarnos a la piedra viva de Jesucristo; porque será la única manera para que nosotros seamos piedras vivientes para los demás.

No se puede dar lo que uno no tiene, caso contrario sería una actitud hipócrita que no responde en nada a la verdad.

Uno de los grandes hombres de Dios que influyó tremendamente en la vida del pueblo de Dios fue Esdras, tremendo escriba y uno de los teólogos más importantes que encontramos en el antiguo testamento.

Este varón de Dios dice que se propuso en su corazón inquirir, apropiarse de la ley de Dios; para poder vivirla y cumplirla en su propia vida; y para enseñarla y compartirla con los demás.

Es esa actitud y esa secuencia la correcta. No podemos compartir algo que no tenemos, ni tampoco algo que no experimentamos en nosotros.

Nuestro testimonio de torna efectivo cuando nuestra propia experiencia es revitalizadora y contagiosa para que otros anhelen su reencuentro con Jesús.

El apóstol nos desafía a que construyamos nuestras vidas como una verdadera casa espiritual, no fingida, no simulada, no actuada, no forzada; porque fuimos llamados a ser sacerdotes santos, apartados para Dios.

Solo una vida en plena santidad y verdad es la que ofrece un sacrificio sincero y una ofrenda agradable a los ojos del gran Rey de reyes y Señor de señores.

¿Qué tipo de ofrenda y de sacrificio vivo estás ofreciendo a Dios con tu diario vivir? ¿Cumples con la función de un verdadero sacerdote santo y apartado para Dios en todo lo que haces?

Si el Espíritu Santo de Dios te está llamando la atención en algunas áreas de tu vida, ¿Qué mejor oportunidad que ésta para elevar una oración sincera a aquél que está pronto a auxiliarnos y a restaurarnos en todas las áreas de nuestras vidas?.

Acerquémonos confiadamente al trono de gracia, para alcanzar el oportuno socorro que necesitamos en cada momento de nuestras vidas.

No dejemos que el ruido que existe a nuestro alrededor opaque y confunda nuestro peregrinar, y por consecuencia, nos haga perder la dicha de caminar hacia la eternidad tomado de la mano del Señor.

Levantemos nuestras miradas hacia Jesucristo para que nuestra fe se renueve y fortalezca en su presencia cada día.

Será esa experiencia genuina la que emanará olor a Jesucristo en cada lugar en donde nos movamos, en cada palabra que digamos y en cada acción que hagamos.

Y será esa ofrenda la que llegará delante del trono de Dios de manera fragante y viva. ¡Que nuestra conducta glorifique al Señor en todo!

En la gracia de aquél que nos capacita para ser verdaderos sacerdotes santos y apartados para su gloria.

Rev. Daniel A. Cali

Pastor

May 31, 2015


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