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"Dios prepara el camino para nuestro reencuentro con él"

"Seguid la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor". Hebreos 12:14

En este mes de Mayo estamos entrando a un nuevo desafío como iglesia para meditar a la luz de la Palabra de Dios lo que es la santidad en su máxima expresión. Con la ayuda del Señor queremos ver realmente el origen de este término y la injerencia que tiene en cada una de nuestras vidas.

Durante las nueve presentaciones que desarrollaremos Dios mediante en cada servicio, intentaremos rescatar los principios teológicos prácticos que nos desafiarán a conocer, entender y poner en práctica esta característica de la vida cristiana.

No podemos hablar de santidad sin antes ir a la fuente de la misma. El origen del significado de la palabra santidad, es separación, apartado, puro y sin mancha alguna.

Es en este contexto de la palabra en donde conocemos uno de los atributos de Dios.

La Palabra de Dios dice que es tres veces santo, es decir que nada puede compararse con él; ya que su esencia misma es única, pura, genuina. Dios no puede ser comparado con nada, ni aún con el pecado, porque el pecado es un acto de rebeldía de un ser creado por él, pero al no tener principio ni fin, Dios está por sobre todas las cosas ya que es preexistente a todo.

Su naturaleza santa y apartada es la seguridad de saber que no hay nada en su persona que difiera de su esencia.

Y es por eso que vamos a encontrar, desde el principio del plan de revelación de Dios al hombre, hasta el día en que prometió regresar por los suyos con todo su poder y toda su gloria en los últimos tiempos, que desafía a cada uno de sus seguidores a vivir en esa santidad para interactuar con él.

Si bien cada uno de nosotros somos criaturas creados por Dios, el pecado es un sello que nos separa y nos aleja de Dios; no porque Dios no sea bueno o por no nos quiera, sino porque su esencia santa no permite relacionarse con el pecado.

Pero su amor por nosotros es tan grande, que elaboró un plan de salvación para reconciliar consigo mismo a su creación rebelde y caída. Para eso vino Jesús al mundo; para que por medio de su obra en la cruz, nuestras vidas se presenten santas, puras y sin mancha delante de él.

El proceso de salvación que Dios dio al hombre es redención, justificación, propiciación y santificación. Ninguno de nosotros podría permanecer un instante en la presencia de Dios sin ser fulminado por su gloria tres veces santa sin haber pasado por ese proceso de purificación.

Dice su Palabra que Cristo anuló el acta de los decretos que nos era contraria por la consecuencia de nuestro pecado.

Es la obra de Jesucristo la que nos abre un camino nuevo de esperanza para que seamos reconciliados por Dios.

Es la obra del Señor la que nos separa del pecado de este mundo y de la condena eterna para vivir vidas apartadas para él.

El autor a los hebreos nos alienta a seguir la paz y la santidad, ya que sin ella nadie verá al Señor.

Cuando nuestras vidas son reconciliadas con Dios encuentran la paz para nuestra alma y nuestro espíritu.

Dios toma muy en serio el tema de la santidad. No podemos decir que le conocemos y que hemos sido transformados por él y vivir de manera opuesta o diferente a la que Dios tiene para nosotros.

A lo largo de las páginas de las Sagradas Escrituras encontraremos un sin número de personas que pagaron con sus vidas la rebeldía de no entender o no acatar la seriedad de la santidad de Dios.

Jesús nos dejó su ejemplo al decir: "No puede el Hijo hacer nada por sí mismo, sino lo que ve hacer al Padre; porque todo lo que el Padre hace, también lo hace el Hijo igualmente".

Es esa experiencia de apartamiento para Dios a la que fuimos llamados a tener en cada situación.

Mientras que algunos piensan que alcanzar este nivel espiritual suena mas bien a una utopía que a una realidad, aquellos que hemos sido transformados por el Espíritu Santo de Dios entendemos que es posible solamente cuando nuestras vidas están escondidas en Cristo y dejando que él sea el que gobierne y dirija cada área de nuestras vidas.

¿Podemos responder sinceramente que estamos viviendo vidas apartadas para Dios? ¿Reconocemos que nuestras vidas están en un proceso de santificación para que crezcamos a la estatura de Cristo Jesús?

Solo una vida apartada para él es lo que nos asegura la identidad eterna para reinar con Cristo por la eternidad.

Es entender que a pesar que estamos en este mundo nuestras vidas no pertenecen a él, sino a quien con su sangre nos compró para que seamos suyos por la eternidad.

Que a lo largo de este mes podamos prepararnos para ver qué es lo que Dios quiere enseñarnos y desafiarnos en este tiempo, tanto de manera personal como cuerpo suyo.

Abramos nuestros corazones, ojos y oídos espirituales para ver, entender y experimentar las grandes cosas que Dios tiene para cada uno de nosotros.

En la gracia de aquél que nos permitió ser apartados para su gloria.

Rev. Daniel A. Cali

Pastor

Mayo 03, 2015


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