top of page

"Viviendo conforme a la voluntad de Dios"

"No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta". Romanos 12:2

El mundo en el que vivimos en estos días nos conduce todo el tiempo a focalizarnos en nuestras necesidades personales y en los anhelos de las cosas que se desean pero que no se han completado aún.

Es raro, diríamos que casi improbable, que nos levantemos de temprano y digamos: ¡Qué bella mañana, quiero dedicar todo mi tiempo, mi esfuerzo, mis recursos para bendecir a los demás es este día!.

Esto es porque somos parte de una sociedad y un sistema egocentrista y apático hacia las personas que nos rodean: "No importa lo que pase a mi alrededor, lo único importante para mí es si puedo o no alcanzar mis metas prefijadas y alcanzar eso que todavía no tengo".

En que sin Cristo en el centro de nuestras vidas, las escalas de valores y necesidades no son las impuestas por Dios sino por el medio que nos rodea. Es allí en donde obramos en consecuencia a los parámetros y principios de este siglo, que precisamente, son contrarios y opuestos a los de Dios.

Quizás no lo decimos en palabras, pero sí con nuestros hechos; ya que el solo hecho de analizarlo, denota un alto grado de individualismo y egocentrismo. Pero la realidad, es que nuestras actitudes, hablan más que mil palabras.

En este contexto nos encontramos los hijos de Dios, que hemos sido comprados por la sangre de Jesucristo y que descansamos en la fe y en la confianza de saber que nuestras vidas están bajo el poder, autoridad y soberanía de Dios.

Pero el tema es que en algunas ocasiones, muchos podemos caer en el afán de correr tras las cosas efímeras que este mundo nos propone a cada paso.

Es que para pertenecer al statu quo de la sociedad en donde me muevo necesito completar ciertos niveles de adaptabilidad, tolerancia y pertenencia.

El problema no está en eso, ya que somos seres sociales y que estamos inmersos en medio de una realidad social, queramos o no. Pero sí esto comienza a ser un problema para nuestras vidas, cuando estas exigencias externas que siento a mi alrededor están en contraposición a las que Dios espera de cada uno de nosotros.

El apóstol Pablo desafía a los romanos a que la única manera de poder alcanzar la voluntad agradable y perfecta para nuestras vidas es cambiado nuestra mente y dejando de lado los principios de este mundo que son los que se oponen a los de Dios.

Allí es en donde entramos cada uno de aquellos que nos identificamos con Cristo, porque: ¿Qué discípulo no quiere agradar a su Señor?.

El tema es que cuando intentamos que la voluntad perfecta de Dios se revele a nuestras vidas, casi siempre ésta nos demandará hacer cambios estructurales; cambios a los cuales no siempre estamos dispuestos a hacer y a actuar en consecuencia.

Y es en ese momento en donde nos encontramos en una lucha interna entre lo que Dios espera de mí y lo que el mundo en su filosofía de la vida nos ofrece a cada paso.

Es que como dice el apóstol, no es una decisión que podemos tomar livianamente y sin un costo; ya que para alcanzarlo es necesario renovar y cambiar nuestra manera de pensar, y es allí en donde comienza a desglosarse el enigma.

Es que nuestra naturaleza humana nos lleva todo el tiempo a focalizarnos en nuestras prioridades, en nuestros problemas, en nuestras crisis, en nuestras necesidades y en nuestros sueños y anhelos; y casi que no hay lugar para nada más. Y es por eso que invertimos todos nuestros recursos, de tiempo, dinero, capacidades para poder alcanzarlos.

Pero es que cuando nuestras mentes son renovadas por el Señor, todo lo comenzamos a ver desde otra perspectiva, ya no son mis prioridades y mis urgencias sino las de mi Señor.

Es que no podemos decir que caminamos de la mano de Jesús sin que nuestras vidas sean afectadas por él.

Nunca, ninguna de las personas que caminaron o conocieron a Jesús permanecieron apáticas y ajenas ante su presencia, veremos que siempre, en cada situación, debían tomar una decisión de obrar a favor o en contra de su propuesta. La mera presencia de Jesús ya era una propuesta.

Y es que hoy, ninguno de nosotros que nos identificamos con él podemos permanecer ajenos a sus demandas y a sus exigencias, tendremos que tomar una decisión a cada paso si queremos obrar a favor o en contra.

En muchas ocasiones, la palabra Señor, es un término que nos queda extremadamente grande de alcanzar, porque aunque lo anhelamos de todo corazón, algunas de las realidades de cada día denotan que no estamos dispuestos a pagar el precio de la obediencia y sumisión completa hacia él.

El problema se presenta cuando las prioridades del Señor se contraponen con las nuestras, en donde la voluntad suya comienza cada vez más a inquietarnos y a exponer que en realidad tenemos la intención de hacerlo pero no la decisión de obedecer y de obrar en consecuencia.

Será que debiéramos cada día revisar el verdadero significado del término "señorío de Cristo" en nuestras vidas, y de hacerlo no de forma mecánica y fugaz, sino en sinceridad, franqueza y humildad, sensibles a la voz del Espíritu Santo que es quien nos guía a toda verdad.

Caminar con Jesucristo no debiera ser un deseo, sino más bien una decisión tomada en completa sobriedad en cada uno de nosotros.

Es entender que para que podamos hacerlo, debemos estar dispuestos a morir a nuestras apetencias personales por más altruistas que parezcan, y comenzar a dejar que sea la voluntad agradable y perfecta de nuestro Señor Jesucristo, la que comience a guiar cada decisión y acción en nuestras vidas.

En donde no hay lugar para entrar en cuestionamientos de por qué el Señor nos pide que obremos de tal o cuál manera.

Es la obediencia el mejor acto de adoración que podemos darle en respuesta a ese amor inefable e inmerecido hacia nosotros.

Solo si lo hacemos y obramos en consecuencia, podemos decir abiertamente que Cristo es nuestro Señor.

Y será en ese momento, en donde la experiencia de la vida cristiana toma sentido para entender la urgencia de la proclamación de las buenas nuevas del evangelio de Jesucristo a cada rincón de este planeta.

¿Pero cómo este anhelo del Señor se hará realidad, si nosotros que somos sus seguidores y sus discípulos, no estamos en ese mismo sentir y en ese mismo espíritu?.

Dios nos ayude cada día, para que de una manera sincera podamos presentarnos delante del Señor y ver qué lugar ocupa en nuestras vidas.

Quizás el ejercicio práctico espiritual que podemos hacernos es preguntándonos: "¿Cuántas de las cosas que hago a diario, metas, deseos, recursos utilizados, están alineados a la voluntad del Señor y cuánto del resto responde a las presiones que este mundo nos presenta a cada paso?".

Somos nosotros mismos los que podemos hacer esta revisión de una manera sincera y obrar en consecuencia a lo que Dios nos propone cada día.

Levantemos nuestra mirada hacia la eternidad, y comenzaremos a experimentar el poder de Dios de una manera práctica en la que sentiremos que somos esos instrumentos en Sus manos para llevar adelante y cumplir con Su voluntad y Sus propósitos en todas las áreas de nuestras vidas.

¡En la gracia de Su voluntad agradable y perfecta para nuestras vidas!

Rev. Daniel A. Cali

Pastor

Abril 19, 2015


Featured Posts
Recent Posts
Archive
Search By Tags
No hay etiquetas aún.
Follow Us
  • Facebook Basic Square
  • Reflexión de YouTube
bottom of page