"Nuestra tarea es guiar a todos hacia la cruz de Jesús"
"Y al ver las multitudes, tuvo compasión de ellas; porque estaban desamparadas y dispersas como ovejas que no tienen pastor". Mateo 9:36
Luego de que la noticia que el Señor Jesucristo había resucitado se comenzaba a propagar por doquier; sus discípulos y seguidores poco a poco comenzaron a recobrar el ánimo, la esperanza y paz que el proceso de la cruz había impactado en la vida de cada uno de ellos.
Poco a poco comenzaron a ver y a entender cuál era en sí el propósito para el cual Jesús había venido al mundo.
En medio de la confusión que ellos habían experimentado los días previos, comenzaban a dimensionar un tiempo de luz y renuevo.
El por qué y el para qué ya no estaban en sus análisis de acción, sino que ahora les quedaba obedecer el mandato que el Señor les había encomendado de ir por todo el mundo y predicar las buenas nuevas del evangelio.
Vemos que el reencuentro con Jesucristo resucitado impactó grandemente en la vida de cada uno de los apóstoles. Es que al recibir la promesa del Espíritu Santo se dieron cuenta de ese poder de lo alto que el mismo Señor les había prometido.
La investidura que el Espíritu traía al discípulo de Jesús no era un poder para vanagloriarse y para obtener una posición de poder desde el punto de vista humano, sino más bien para imitar la vida y obra de Jesús, es decir, un poder para el servicio demostrado en humildad y entrega por el prójimo.
Esa es una de las grandes diferencias que podemos notar del cambio radical en las vidas de muchos de ellos.
Ahora ya no analizaban las situaciones desde sus cosmovisiones personales llenos de egoísmo, personalismo y competencia; sino mas bien de saber que eran meros instrumentos en las manos del Señor para glorificar el nombre de Dios y para bendición del Cuerpo de Cristo aquí en este mundo.
Es que el reencuentro con el resucitado nunca podría haber pasado desapercibido para ninguno de ellos.
El corazón de ellos empezó a latir al ritmo del corazón de Jesús; en donde el necesitado. el pobre, el oprimido, el olvidado y el despreciado ya no estarían fuera de su campo de acción; sino que serían parte del gran mandato del Señor, porque en él ya no habría ningún tipo de acepción de personas.
Y es en este tiempo de sus vidas en donde comenzaban a entender estas palabras de Jesús acerca de su preocupación y dolor por todos aquellos que estaban desamparados y dispersos como ovejas sin pastor.
El Espíritu Santo había corrido el velo de sus ojos y habían dejado de verse de manera introspectiva todo el tiempo para ahora comenzar a mirar con la mirada de Jesús.
Es que la mirada de Jesús es muy diferente a la nuestra, en donde nosotros miramos con castigo y con juicio Jesús mira con amor, en donde nosotros miramos con egoísmo Jesús mira con amor, en donde nosotros miramos con orgullo, Jesús mira con amor, en donde nosotros miramos con arrogancia, Jesús mira con amor; en donde nosotros miramos con desprecio, Jesús sigue mirando una y otra vez con amor.
De allí la importancia que sus discípulos, es decir nosotros, pensemos, miremos y actuemos como Jesús.
El apóstol Pablo nos hablaba de despojarnos del viejo hombre y revestirnos del nuevo conforme a la imagen del Señor Jesucristo. Es que si no morimos a nuestra naturaleza humana nunca podremos gozar de la dicha de tener la mente de Cristo para poder llevar adelante la tarea encomendada.
¿Cuál es nuestra actitud hacia el que camina a nuestro lado sin Cristo? ¿Nos dolemos y compadecemos como el Señor al mirar a nuestro prójimo que está perdido sin Cristo?
Una oveja sin pastor es una oveja que no tiene muchas posibilidades de sobrevivir. Es un animal por demás de indefenso y que necesita sí o sí de la dependencia de su pastor para su cuidado, provisión y protección del mundo que le rodea.
A pesar de que algunos piensan que pueden sobrevivir sin Dios, Jesús enseñó que es imposible; porque Satanás anda como león rugiente buscando a quien devorar.
Solo los que están bajo el redil del buen pastor, Jesucristo, pueden estar confiados y seguros de que nada los sorprenderá porque él cuida de los suyos.
Cabe levantar un poco nuestra mirada y observar el mundo que nos rodea en todas la latitudes, que el hombre sin Cristo lo único que acarrea es individualismo, egoísmo y apatía hacia todo y todos.
La iglesia de Jesucristo fue llamada a brillar con una luz que resplandece tan fuerte que transforma todo a su paso.
Somos cada uno de nosotros los que responderemos y compareceremos ante el tribunal celestial de qué hemos hecho con nuestras vidas para la causa a la cual fuimos llamados.
Que como cuerpo del Señor podamos levantarnos de la comodidad, apatía y desinterés en la que estamos, para poder comenzar a mirar cada día con la mirada de Jesús.
Que al ver a un mundo que camina hacia la condenación eterna, podamos enfrentarles con el mensaje transformador, esperanzador y revolucionario del evangelio de Jesucristo.
Que no descansemos ni nos desviemos del foco al cual el Señor nos llamó a compartir hasta completar la tarea encomendada.
Es que no fuimos llamados a ser grandes eruditos ni a pertenecer a un grupo selecto y elitista; sino mas bien a ser siervos de los demás y a compartir del gran amor del Señor con aquellos que aún no le conocen,
¿Cuál será el resultado de nuestra observación al prójimo que nos rodea? ¿Sentiremos como el Señor Jesús, o seguiremos transitando por la vida como si nada pasara a nuestro alrededor?
Ninguno de los discípulos permaneció igual luego de reencontrarse con el Cristo glorificado, y aún hoy, esta experiencia sigue cambiando y transformando vidas de manera radical.
De la desesperanza sin Dios en nuestras vidas, encontramos que Jesús trajo el perdón y el renuevo que nos permite caminar en victoria hacia nuestra morada celestial.
Dios nos ayude, fortalezca y capacite cada día para poder ser verdaderos representantes suyos en todo tiempo y lugar.
Que nuestra oración sea cada día: ¡Ven Señor Jesús!
En el poder y la gracia que el resucitado trajo a nuestras vidas para cumplir con la misión encomendada.
Rev. Daniel A. Cali
Pastor
Abr 12, 2015
