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"Representando a Jesús con dignidad"

"Y por mí, a fin de que al abrir mi boca me sea dada palabra para dar a conocer con denuedo el misterio del evangelio, por el cual soy embajador en cadenas; que con denuedo hable de él, como debo hablar". Efesios 6:19-20

En esta semana estamos cerrando esta serie temática del mes de Marzo referida a la armadura de Dios para el cristiano.

Sin duda que ha sido un gran desafío recordar, redescubrir las herramientas que Dios mismo nos ha dejado para poder enfrentar los ataques que vienen de parte del enemigo de nuestras almas.

Quizá este pedido del apóstol Pablo resume en síntesis en este pasaje la importancia de que cada hijo de Dios se vista de toda la armadura espiritual.

Es en esa comunión constante con nuestro Padre celestial en donde nuestras vidas se alinean a Él; porque ahora lo importante para mí ya no son mis apetencias personales sino más bien moverme en Su voluntad en todas las áreas de mi vida.

Y la voluntad del Señor Jesús para nosotros es que seamos embajadores suyos, verdaderos representantes de la cruz y del alcance que la misma tiene hacia cada vida que decide reencontrarse con su creador.

Porque es en la obra redentora de Jesucristo en donde encontramos la verdadera esperanza para nuestras vidas.

Pero el apóstol Pablo va un poco más allá aún. Le pide a la iglesia que ore por él para que pueda ser un representante de Cristo de veras, con todas las letras; entendiendo la gran responsabilidad que tenía sobre sus espaldas.

Su sentir era hacerlo con denuedo, es decir, con verdadero ánimo, con audacia, con decisión, con valentía, con arrojo, con coraje, con atrevimiento, con esfuerzo, con osadía, con resolución, con valor.

El misterio del evangelio requiere este grado de compromiso, porque estamos compartiendo un mensaje trastornador, sobrenatural y que tiene por objetivo devolverle al ser humano una salida de esperanza en medio de tanta adversidad, egoísmo e individualismo.

El representar a Jesucristo llevó al apóstol a sufrir por la causa de Él, pero es en medio de esas pruebas en donde no solo crece su fe, sino que nos desafía a nosotros a que podamos experimentar la dicha de representar a Jesús.

¿Qué tanta pasión hay en ti de representar a Jesús al mundo que te rodea día a día? ¿Qué tal grado de compromiso tienes con el mensaje transformador de las buenas nuevas del evangelio de Jesucristo? ¿Has experimentado en tu vida pagar el precio de ser un discípulo suyo?

Estas y otras preguntas más nos pueden servir para autoanalizarnos y ver en qué condiciones están nuestras vidas delante del Señor hoy.

Si no estamos dispuestos a dejar todo por el Señor y dejar que Él sea el primero es nosotros, no estamos ni listos ni preparados para representar a Jesús aún.

Nuestra pasión por el Señor no pasa solamente por el grado de compromiso que podamos tener litúrgicamente cada semana en el desarrollo de las actividades del Cuerpo de Cristo; va mucho más allá.

Es comenzar a mirar la vida con los ojos de Dios, es sentir esa pasión por cumplir Su voluntad a cada paso.

Es entender que las cosas de este mundo quieren cada vez más atarme a una vanidad superflua, efímera y pasajera; y no a contemplar y a moverme en el mundo sobrenatural y trascendental al que Dios me llama cada día.

Este desafío que tenemos por delante como discípulos del Señor nos genera una gran responsabilidad, ya que no es que debo hacerlo con una buena intención y algo más. Se requiere integridad, esfuerzo, ahínco, sumisión y obediencia.

Como veíamos en la serie anterior, nuestra naturaleza humana nos lleva a lo contrario, a vivir a nuestra manera y no a la de Dios.

De allí la importancia de entender que para ser un verdadero embajador de Jesús mi vida tiene que estar regida por Él en todo.

Al entender la seriedad de mi representación, es allí en donde me doy cuenta que no puedo hacerlo con mis propias fuerzas; necesito la ayuda de Dios.

Nuestras vidas, queramos o no, están todo el tiempo hablando. En cada palabra, cada actitud, cada acción, cada omisión, cada conducta, cada detalle.

Desde el momento que decimos con nuestras bocas que nos identificamos con Cristo todas las personas comenzarán a analizar nuestra conducta ética de vida.

El apóstol entendió y nos comparte en este contexto de la Palabra de Dios, que no tenemos a disposición la armadura para usarla con fines personales, sino más bien para capacitarnos y darnos herramientas para salir victoriosos en todo; y para que al momento de representar a Jesús, estemos listos y preparados.

Para muchos que nos rodean, el mensaje del evangelio será locura, pérdida de tiempo, irrelevante.

Pero para otros, será poder de Dios. Poder para cambiar el rumbo de cada vida que encuentra en Jesús la verdad, el perdón, la esperanza y la dicha de la vida.

Es ese poder el que fuimos llamados a compartir, de allí la importancia de hacerlo conscientemente, en humildad y en total dependencia del Señor.

Dios nos ayude cada día a poder llevar adelante con integridad y lealtad el testimonio viviente del mensaje de la cruz.

Que las personas que están a nuestro alrededor sin Jesús puedan ver algo distinto en nosotros, un representante digno del Señor Jesucristo.

¡Qué desafío tan grande que tenemos por delante!

En el poder de aquél que nos llamó por Su gracia a su gloria eterna y que nos perfecciona, afirma, fortalece y establece cada día para que seamos fieles en la misión encomendada.

Rev. Daniel A. Cali

Pastor

Mar 29, 2015


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