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"La obediencia a Dios nos hace victoriosos sobre el mal"

"Porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas". 2 Corintios 10:4

Durante el mes de Marzo estamos ante el desafío de tratar de conocer, entender y analizar, a la luz de la Palabra de Dios, las batallas espirituales que hay en nuestras vidas y que debemos enfrentar diariamente.

Desde el momento en el que el Señor Jesucristo nos compró con Su sangre en la cruz del calvario, dice el texto bíblico que todos los que le recibieron y creyeron en Su nombre, pasan a ser parte de la familia de Dios; es decir, hijos de Dios y coherederos con Cristo por la eternidad.

Pero quizás lo significativo de esta nueva identidad en Cristo, es que nuestra ciudadanía ha cambiado de pertenecer al reino de las tinieblas, a ser parte del reino de Jesucristo, y la prueba de ello es que nuestros nombres están escritos en el libro de la vida.

Para entender este pensamiento teológico de la guerra espiritual, debemos tener en claro algunos conceptos de qué significa, quiénes participan y cuáles son las maneras de enfrentarlas al momento de atravesar por ellas, para que las consecuencias de las mismas sean de victoria y no de derrota.

En el mundo espiritual existen dos tipos de poderes, el poder del bien y el poder del mal. Para el cristianismo, el bien es Dios en sus tres personas: Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo; y el mal es Satanás y sus huestes de maldad.

Quizá lo que nos ayude a tratar de entender en profundidad este concepto, es que si bien estas batallas se celebran en el mundo espiritual, las esencias y los orígenes de sus participantes son opuestos entre sí y completamente diferentes el uno del otro.

Dios es Dios, creador de todo lo que existe, es el Alfa y la Omega, no tiene principio ni fin. Su esencia de Omnipotencia (Absoluto poder y soberanía sobre todo lo que existe), de Omnipresencia (Estar presente el mismo tiempo en todas partes), y de Omnisciencia (La plenitud de la perfección que todo lo sabe y conoce); lo presentan como un ser sobrenatural y diferente a todo lo demás que existe.

Dios es el mismo ayer, hoy y por los siglos. Es preexistente a todo, su eternidad y deidad le dan ese carácter de Ser Supremo.

Esa esencia de carácter único, no permite que nada ni nadie pueda compararse con la persona de Dios.

En cambio, Satanás y sus huestes de maldad, son seres creados por Dios, con limitaciones, con principio y fin. Y si bien tienen ciertos atributos por su esencia dentro del mundo espiritual, los mismos ni por casualidad se pueden comparar con Dios. Es decir, de los atributos de Dios antes mencionados, ninguno corresponde ni podría corresponderles a ninguno de ellos.

El grave problema en el que podemos llegar a caer directa o indirectamente, consciente o inconscientemente; es colocar a estas fuerzas, la del bien y del mal, en una constante tensión para ver quien gana y quien pierde en cada oportunidad.

Y decimos que es un grave problema, porque esa es la filosofía del mundo acerca de la guerra espiritual; lo podemos ver en literaturas que abordan este tema, en los dibujitos animados de todos los tiempos y épocas, en religiones ajenas al cristianismo, y en un sin fin de filosofías que por doquier rondan por el mundo.

La Palabra de Dios nos advierte que tal guerra existe, pero que los causantes de las mismas ya fueron juzgados y sentenciados en la obra redentora de la cruz y en la resurrección de entre los muertos de Cristo Jesús.

Esto nos da la plena seguridad que la guerra espiritual que enfrentamos se da dentro del marco que Dios autoriza y que nunca, por ninguna causa, puede salirse de Su control.

Satanás y sus huestes de maldad fueron castigados por la eternidad al lago de fuego y azufre, pero dicha sentencia se cumplirá en el regreso inminente de Jesucristo en gloria cuando venga a establecer su reinado para siempre.

Lo que hace que hasta ese día, los autores del mal tengan la libertad para seguir confundiendo y haciéndole creer a las personas, que la mejor opción es vivir lejos de Dios y de sus principios.

Y aquí es en donde entramos nosotros en esta guerra, porque nuestro Espíritu anhela cada día agradar al Señor Jesucristo, pero de a ratos somos confrontados por las huestes de maldad para que erremos el blanco y caigamos en sus trampas de maldad.

La victoria de la batalla la tenemos asegurada, siempre y cuando la enfrentemos en la autoridad dada por nuestro propio Señor Jesucristo. Como bien dice el apóstol Pablo en la epístola a los corintios: Nuestras armas no son carnales, sino con poder de lo alto para vencer, destruir y derribar todo tipo de fortaleza que se levante en contra de Dios y de sus principios para con nosotros.

Pero son estas pruebas, las que hacen que nuestra fe y carácter crezcan y se fortalezcan para el Día del Señor.

Como hijos de Dios no tenemos excusa de no saber que hacer ante este tipo de situaciones. Él nos dejó en Su Palabra las causas y las razones de la existencia de dicha guerra, y nos provee en ella de las herramientas para que podamos enfrentarlas, y al finalizarlas, poder salir victoriosos.

Que al identificar los ataques del enemigo de nuestras almas, no estemos con las defensas bajas, ni tampoco nos tome por sorpresa y en distracción; sino que más bien sabiendo que las mismas vendrán por todos los flancos, podamos estar atentos, vigilantes, sobrios, fortalecidos en fe y en paz; sabiendo que no peleamos solos, sino que aquel que ya lo venció, Jesucristo, camina a nuestro lado todos los días.

¿Conoces todas las armas que Dios ha colocado en tus manos para poder salir airoso de cada batalla? ¿Cómo enfrentas cada día los ataques del enemigo? ¿Estás atento y con las defensas listas para el momento de la confrontación?

Dios nos ayude en el momento de la prueba y la tentación, porque será el desenlace de cada ocasión, lo que hará que nuestra fe crezca y se fortalezca cada día más o que la misma se quiebre y diluya.

Dios está con y en nosotros por medio de Su Santo Espíritu, vivamos esa vida abundante que ha puesto delante nuestro. No dejemos que nada ni nadie nos prive de esa experiencia de ir al encuentro con el creador, de triunfo en triunfo y de victoria en victoria.

En la gracia de aquel que es poderoso para guardarnos sin caída, y presentarnos sin mancha delante de Su gloria con gran alegría.

Rev. Daniel A. Cali

Pastor

Mar 08, 2015


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