top of page

"Llamados a brillar en medio de las tinieblas"

"Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos". Mateo 5:16

Estamos comenzando un nuevo mes, y por consecuente, una nueva serie temática que nos ayudará en el proceso de formación cristiana.

Hemos dejado atrás las series del fruto del Espíritu en todas sus manifestaciones, y la de las obras de la carne; viendo en ellas las consecuencias que acarrean en nuestra relación con Dios, con la iglesia y con nosotros mismos.

A lo largo del mes de Marzo, estaremos tratando de rescatar los principios teológico-prácticos que encontramos en las Sagradas Escrituras en torno a la armadura de Dios, herramienta dada a cada uno de nosotros para poder resistir todos los ataques que tengamos y al finalizar permanecer firmes.

No caben dudas como meditamos en la serie anterior, que nuestro primer enemigo está en nuestra propia naturaleza humana; que cuando la misma no está bajo el señorío del Señor Jesucristo, emerge y da como resultado obras que no solo no glorifican a Dios, sino que nos acarrean consecuencias adversas a nuestras vidas.

El apóstol Pablo desafía a la iglesia de Éfeso a que conozca qué herramientas Dios coloca a su disposición para poder enfrentar los ataques del enemigo; y son esas mismas armas que hoy están en nuestras manos para poder resistirlos igualmente.

La guerra espiritual como tal existe y debemos conocerla para poder enfrentarla en la autoridad proporcionada por el Señor mismo.

Satanás, el principal enemigo de Dios y de nuestras almas, tiene como único objetivo ser un tropiezo en la búsqueda del hombre por Dios. Todo el tiempo trata de hacer perder el foco y el rumbo espiritual de las personas.

Jesús mismo en su paso por este mundo, aún siendo el Hijo de Dios, tuvo que enfrentarlo en medio de pruebas y debilidades del diario vivir. Fue su mirada en lo eterno y lo celestial, lo que lo ayudó a repeler cada uno de esos ataques.

El cristiano está en una constante batalla, comenzando por la lucha interior contra su propia naturaleza; y como si esto fuera poco se le suma los ataques del enemigo de Dios y sus huestes de maldad que todo el tiempo nos quieren hacer errar el camino que Dios pone a nuestra disposición.

Un discípulo de Jesucristo nunca puede estar distraído, sino como lo es un buen soldado; el mismo debe estar atento, despierto, con todos los sentidos en marcha para poder discernir todas las cosas.

Esta lucha que se da en el campo espiritual no es una invitación a vivir en la locura de un sobresalto sobre otro, pensando así que es la manera correcta de hacerlo.

El cristiano reconoce que tal lucha existe, pero no enfrenta la misma en sus propias fuerzas y bajo sus parámetros; sino que lo hace en la paz y la autoridad que el Señor Jesucristo ha brindado a los suyos.

Es esta confianza en la dependencia divina lo que no solo nos alienta cada día a poder llevarlo a cabo, sino la que nos sostiene con ese poder sobrenatural al momento de pasar por la prueba.

Al asimilar las palabras de Jesús en esta tremenda enseñanza expresada en el evangelio de Mateo, llegamos a la conclusión que una de las razones por las cuales el Señor nos necesita limpios, atentos y preparados; es porque tenemos la gran dicha de ser representantes suyos.

Esto denota la gran responsabilidad en el discípulo de Cristo Jesús, porque al aceptar Su señorío en su propia vida, la misma queda sometida, a disposición y bajo la autoridad de él.

Este gran desafío que el Señor puso en nuestras manos, es que seamos lumbreras en un mundo en donde reina la oscuridad y las obras de las tinieblas.

Para contrarrestar las tinieblas, al creador le plació utilizar a cada uno de sus hijos para dar ese aporte luminario.

Y es en esa puesta en escena de ser luz, en donde las personas que todavía están bajo el manto de las tinieblas, comenzarán a darse cuenta que hay algo distinto para sus vidas; y por consecuencia, exaltarán y glorificarán a Dios.

Cuando entendemos la gran responsabilidad que como discípulos de Jesús tenemos por delante; nos urge la necesidad de renovarnos cada día en Su presencia para poder alcanzar semejante objetivo.

¿Cómo las personas que caminan a lo largo y a lo ancho de este mundo conocerán la gracia inefable de un Dios amoroso, si no es por el testimonio luminario que la iglesia de Jesucristo brinda cada día en todo tiempo y lugar?

Debemos entender que la manera de vivir personal ya no solo repercute en mi entorno más íntimo como lo es mi familia, mis amigos y mi iglesia; sino que alcanza los confines de los lugares y las personas que nos rodean diariamente.

Para muchos de los que caminan sin Cristo, quizás la única referencia de Su grandeza y poder estará en el testimonio de nuestras vidas; y será la manera en la que brillemos con Su luz, en donde ellos glorificarán al Señor o lo desecharán.

Y si bien la responsabilidad delante de Dios de cada persona es personal e intransferible, él toma muy en serio la importancia de que Sus hijos no sean tropiezo en el crecimiento de la fe de nadie.

¿Qué grado de luminosidad está ofreciendo mi vida en el lugar en donde me muevo todos los días?. Las personas que están a mi alrededor y no conocen a Dios, ¿Glorifican Su nombre por ver mis buenas obras, o quizás son tan egoístas que no alcanzan a notar una diferencia de entre la de los demás?

Dios nos ayude y nos capacite en esta gran tarea que tenemos por delante, y que al someter nuestras vidas bajo el señorío del Señor Jesucristo, podamos brillar con la intensidad que el evangelio ofrece a un mundo careciente de esperanza y de plenitud de vida.

El desafío es grande, pero no estamos solos para poder hacerlo; el gran Salvador de nuestras almas prometió caminar a nuestro lado todos los días de nuestra vida.

Será en la plenitud del obrar de Su Santo Espíritu en cada uno de nosotros; lo que nos proporcionará las fuerzas para que podamos cumplir con semejante tarea.

No dejemos que nada nos entretenga ni nos haga perder el rumbo de para qué estamos en este mundo; continuemos brillando con la luz de Cristo, esa luz llena de esperanza, de renuevo, de perdón, de restauración, de sentido a la vida y de identidad celestial.

¡Que Dios nos halle fieles ante semejante misión!

En la gracia y el poder de aquél que comenzó en nosotros la buena obra y que la perfecciona cada día.

Rev. Daniel A. Cali

Pastor

Mar 01, 2015


Featured Posts
Recent Posts
Archive
Search By Tags
No hay etiquetas aún.
Follow Us
  • Facebook Basic Square
  • Reflexión de YouTube
bottom of page