top of page

¿Qué parámetros rigen mi diario andar?

"Porque los que son de la carne piensan en las cosas de la carne; pero los que son del Espíritu, en las cosas del Espíritu". Romanos 8:5

Desde el punto de vista bíblico y teológico, hablar de la carne es hacerlo en referencia a nuestra naturaleza humana.

En este mes de febrero dedicaremos este tiempo a meditar, a la luz de la Palabra de Dios, no solo a ver cual es la raíz de su significado; sino el alcance que tiene en nuestras vidas cuando ellas no están bajo la guía del Espíritu Santo de Dios.

Como veíamos la semana pasada, todo recae en la consecuencia del pecado, que es la causa que nos separa de Dios.

Ahora, ¿Qué tan grave es el pecado que directamente no nos permite gozar de la relación divina?

La santidad de Dios no permite que nada sucio o inmundo permanezca en comunión con él, porque son opuestas la una de la otra y nunca pueden juntarse entre sí.

Esa es la causa por la cual Cristo mismo se encarnó como hombre, para poder hacer como hombre lo que no puede hacer como Dios; y ¿qué es lo que no puede hacer si Dios es todopoderoso?.

Lo que Dios no puede hacer es morir, y mucho menos morir por el pecado; porque él es Dios, es espíritu, y el espíritu no muere; y es Santo, por lo que no tiene ni puede, por su esencia, tener relación alguna con el pecado.

El apóstol Pablo es enfático cuando les dice a los corintios: "Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él". 2 Corintios 5:21

La misma idea expresa el autor a los hebreos cuando les escribe: "Porque no entró Cristo en el santuario hecho de mano, figura del verdadero, sino en el cielo mismo para presentarse ahora por nosotros ante Dios; y no para ofrecerse muchas veces, como entra el sumo sacerdote en el Lugar Santísimo cada año con sangre ajena. De otra manera le hubiera sido necesario padecer muchas veces desde el principio del mundo; pero ahora, en la consumación de los siglos, se presentó una vez para siempre por el sacrificio de sí mismo para quitar de en medio el pecado. Y de la manera que está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después de esto el juicio, así también Cristo fue ofrecido una sola vez para llevar los pecados de muchos; y aparecerá por segunda vez, sin relación con el pecado, para salvar a los que le esperan". Hebreos 9:24-28

Es en la obra del Señor en donde nuestras vidas encuentran esperanza de salvación y de reconciliación para con Dios Padre.

Ahora, ¿que pasa con nuestras vidas al llegar a Jesucristo?

Lo primero que encontramos en el nuevo nacimiento, en la conversión, es que todo cambió de sentido. La culpa por la consecuencia del pecado ya no existe, porque el sello del Espíritu Santo en nuestras vidas garantiza y confirma que nuestras faltas fueron saldadas gracias a la obra de Cristo Jesús en la cruz.

Por consecuencia, nuestra eternidad toma otro color al saber que somos hijos de Dios y partícipes de su gloria por siempre.

Estas dos realidades, la de quedar libres de culpa y la de pertenecer a la familia de Dios, son la confirmación de que nuestra reconciliación ha sido consumada y que no hay nada ni nadie que pueda alterarla ni cambiarla.

Esta seguridad de salvación, es la que nos alienta a vivir la vida en la magnitud para la cual Dios nos creó; sin ella, la misma se torna en muchas ocasiones, sin sentido y sin esperanza.

El gran desafío para nosotros, es que una vez con Cristo, necesitamos cada día morir a nuestra naturaleza humana que es la que quiere sobresalir; y para eso necesitamos resistir y luchar con nosotros mismos.

De allí la enseñanza de que ya no podemos vivir bajo nuestros parámetros, sino bajo los de Dios; porque: "Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí". Gálatas 2:20

Es morir cada día a nuestro yo, lo que nos garantiza que el Señor viva en nosotros; y hablamos de una lucha, porque es por lo que debemos atravesar a cada momento en todo lo que hacemos, pensamos y decimos. "Y yo sé que en mí, esto es, en mi carne, no mora el bien; porque el querer el bien está en mí, pero no el hacerlo. Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago. Y si hago lo que no quiero, ya no lo hago yo, sino el pecado que mora en mí. Así que, queriendo yo hacer el bien, hallo esta ley: que el mal está en mí. Porque según el hombre interior, me deleito en la ley de Dios; pero veo otra ley en mis miembros, que se rebela contra la ley de mi mente, y que me lleva cautivo a la ley del pecado que está en mis miembros. !Miserable de mí! ¿quién me librará de este cuerpo de muerte?. Gracias doy a Dios, por Jesucristo Señor nuestro. Así que, yo mismo con la mente sirvo a la ley de Dios, mas con la carne a la ley del pecado" Romanos 7:18-25

De allí la importancia de que cada día sea el Espíritu de Dios el que viva y gobierne nuestras vidas, porque será la única salida y alternativa para que podamos vivir en el éxito de la obediencia y derrotando a nuestra naturaleza humana y pecadora.

Como bien refleja el razonamiento paulino del versículo a los romanos, cada uno elige que hombre alimentar cada día; el que quiere alimentar la carne, pensará y actuará conforme a los parámetros que la rigen; y asimismo al que quiera vivir bajo el señorío del Espíritu Santo de Dios.

Dos cosas son ciertas, la primera es que la carne y el Espíritu no pueden convivir juntos; y la segunda es que nuestra vida evidenciará con nuestras acciones los frutos de qué hombre hemos estado alimentando.

¿Qué frutos reflejan cada día nuestras vidas? ¿Será que hay frutos de la carne que todavía están impidiendo que el señorío de Cristo sea una realidad plena en todas las áreas de nuestras vidas?

De ser así, acudamos al trono de gracia, a Jesucristo, para encontrar allí el perdón y la restauración necesaria para que en todas las áreas de nuestras vidas, cada una de ellas reflejen la imagen de un Dios grande y poderoso.

Que las personas que nos observen, puedan ver en cada uno de nosotros ese accionar constante de que estamos siendo transformados cada día conforme a la imagen de nuestro amado Señor y Salvador Jesucristo.

En la esperanza de aquel que comenzó en nosotros la buena obra y la perfeccionará cada día.

Rev. Daniel A. Cali

Pastor

Feb 08, 2015

Captura de pantalla 2015-02-07 a las 9.16.24 PM.png

Featured Posts
Recent Posts
Archive
Search By Tags
No hay etiquetas aún.
Follow Us
  • Facebook Basic Square
  • Reflexión de YouTube
bottom of page