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"Un verdadero discípulo glorifica a Dios con su vida"

"En esto es glorificado mi Padre, en que llevéis mucho fruto, y seáis así mis discípulos". Juan 15:8

Pensar en que Dios se glorifica por las acciones y por el estilo de vida de cada cristiano nos desafía a entender la seriedad de nuestro comportamiento de vida y conducta.

Desde los tiempos bíblicos de antaño, ya se encontraban registrados grandes acontecimientos que sin duda revolucionaban todo alrededor de donde se desarrollaban los hechos.

En el antiguo testamento encontramos un grupo de amigos que sin duda pudieron experimentar esta experiencia que no solo marcó sus vidas sino de todas las personas que estaban alrededor de ellos.

Daniel, y sus tres amigos, Ananías, Misael y Azarías; habían sido desterrados de su lugar de origen, Jerusalén, por causa del cautiverio; y llevados a Babilonia para formar parte de las filas en el servicio del rey Nabucodonosor.

Al sitiar la ciudad de Jerusalén, el rey Nabucodonosor había mandado a que el encargado de sus servidores separase de entre el pueblo de Israel a varones que eran del linaje real, y que se los capacitase y adoctrinase en toda la cultura babilónica; para que al finalizar su capacitación pudieran servir en diferentes áreas dentro de la realeza.

Hubieron tres grandes acontecimientos que sin duda marcaron un antes y un después en la vida de estos jóvenes y en el entorno que los secundaba.

El primero es cuando Daniel interpreta el sueño del rey (Dn 2:1-49). Al finalizar el rey termina reconociendo la grandeza y la autoridad de Dios como el único y el verdadero Dios: "El rey habló a Daniel, y dijo: Ciertamente el Dios vuestro es Dios de dioses, y Señor de los reyes, y el que revela los misterios, pues pudiste revelar este misterio". Dn 2:47

El segundo es cuando los tres amigos, Ananías, Misael y Azarías fueron condenados y sentenciados a muerte en el horno de fuego ardiente por no inclinarse a adorar una estatua de oro que el rey había levantado en su honor (Dn 3:1-30). El milagro es que al momento de la sentencia, en medio del horno que quemaba por lo sobrecalentado que estaba, Dios envía un ángel que los guardó no solo de una muerte horrorosa, sino que ni un centímetro de sus cuerpos habían sido alcanzados por el fuego. Al ver semejante acontecimiento el rey decide llamarlos de adentro del horno y decir las siguientes palabras al pueblo que estaba presente: "Entonces Nabucodonosor dijo: Bendito sea el Dios de ellos, de Sadrac (Ananías), Mesac (Misael) y Abed-nego (Azarías), que envió su ángel y libró a sus siervos que confiaron en él, y que no cumplieron el edicto del rey, y entregaron sus cuerpos antes que servir y adorar a otro dios que su Dios. Por lo tanto, decreto que todo pueblo, nación o lengua que dijere blasfemia contra el Dios de Sadrac, Mesac y Abed-nego, sea descuartizado, y su casa convertida en muladar; por cuanto no hay dios que pueda librar como éste". Dn 3:28-29

La tercer ocasión, años más tarde, ya en el reinado medo de Darío; Daniel tuvo una vez más que sufrir por la causa de su fe en el único y verdadero Dios (Dn 6:1-28). Dios había bendecido a Daniel con una inteligencia y una capacidad asombrosa, a tal punto que era sobresaliente de entre los demás servidores del rey. Sus compañeros le comenzaron a tener envidia y odio hacia su persona por cómo el rey lo trataba de una manera especial. Un día elaboraron un plan para sacarse de encima a Daniel. Por causa de su fe en Dios Daniel es sentenciado a morir en el foso de los leones. A pesar de intentos por salvar a Daniel nada sirvió para que pudiese pasar por alto esa ejecución. Lo grande es que después de un día en aquel lugar de tortura y muerte, Daniel estaba vivo en medio del foso con todos los leones a su alrededor. Dios había mandado un ángel para que lo cuidase y que no le hiciesen daño. El final de la historia: "Entonces el rey Darío escribió a todos los pueblos, naciones y lenguas que habitan en toda la tierra: Paz os sea multiplicada. De parte mía es puesta esta ordenanza: Que en todo el dominio de mi reino todos teman y tiemblen ante la presencia del Dios de Daniel; porque él es el Dios viviente y permanece por todos los siglos, y su reino no será jamás destruido, y su dominio perdurará hasta el fin. El salva y libra, y hace señales y maravillas en el cielo y en la tierra; él ha librado a Daniel del poder de los leones". Dn 6:25-27

En estas tres experiencias vemos que en cada una de ellas se repite esta idea de que al finalizar las grandes pruebas por las cuales tuvieron que pasar estos jóvenes, el nombre del Señor era exaltado y glorificado.

Como bien nos enseña Jesús, glorificamos a Dios cuando nuestras vidas representan al Dios vivo en medio de las situaciones que nos rodean, por más adversas que parezcan.

Glorificamos a Dios cuando nuestros frutos llevan como bandera identitaria a Jesucristo.

Llevar frutos de gloria son las consecuencias de haber pagado el precio de la obediencia total a Dios.

Es sufrir el oprobio y las burlas de aquellos que no solo no conocen a Dios, sino que se mofan en vivir de manera alejada a los principios divinos.

Es luchar día a día en contra de los parámetros que este mundo tiene como estigma y práctica de vida.

Llevar frutos que glorifiquen a Dios es aceptar el señorio, potestad y autoridad de Dios por sobre todo lo que me rodea y aún sobre mi propia vida; es allí cuando la fe no es una teoría religiosa o intelectual, sino una experiencia transformadora de vida.

¿Qué tal nos va a cada uno de nosotros en esta experiencia de vida? ¿Podemos enorgullecernos en que nuestras acciones impactan a las personas que nos rodean por ver las manifestaciones de Dios en base al ejercicio de nuestra fe en él?

Que este tiempo que Dios nos regala en este mundo, podamos seguir representando con dignidad, fidelidad y santidad; al Rey de reyes y Señor de señores, Jesucristo.

Que como nos alienta este pasaje, nuestra identidad se vea reflejada en que nos parecemos cada día más a él.

Como en los ejemplos de Daniel y sus amigos; vendrán situaciones duras y adversas a nuestras vidas que pondrán a prueba nuestra fe, y será la actitud que tomemos para enfrentarlas, lo que marcará el desenlace final.

Que Dios nos dé la sabiduría para que en el día de la prueba nuestra fe no decaiga, sino que recordando la autoridad del Dios en el cual hemos depositado nuestra confianza y nuestras vidas, podamos enfrentarlas tomados de Su mano, y entonces veremos grandes milagros de nuestro Dios; porque su poder aún no ha menguado, y su autoridad permanecerá por los siglos de los siglos, Amén.

En la gracia de Dios que es suficiente para nuestras vidas.

Rev. Daniel A. Cali

Pastor

Ene 25, 2015

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