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Segundo domingo de adviento...

Palabra fiel y digna de ser recibida por todos: que Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores, de los cuales yo soy el primero. 1ra Timoteo 1:15

Hoy es el segundo domingo de adviento, en donde como cristianos no solo nos preparamos para recordar el acontecimiento más grande que este mundo pudo conocer, la encarnación de Cristo Jesús; sino también para prepararnos a recordarla con el verdadero sentido y significado.

El propósito de la encarnación de Jesús lo expresa una vez más el apóstol Pablo en este escrito especial al joven Timoteo. Al igual que el apóstol Juan en su evangelio, en donde expresa que es ese amor tan fuerte de Dios hacia el mundo, se ve reflejado en el envío al mundo de su propio hijo, para que por medio de su sacrificio en la cruz el mundo sea reconciliado con él.

Este plan tiene su iniciativa en las esferas celestiales y se evidencia en el nacimiento del salvador; demostrando así el amor incondicional de Dios hacia cada persona creada por él.

El mensaje esperanzador de las buenas nuevas del evangelio no son una historia, una moraleja. Es más bien el cumplimiento de tantas profecías dadas por Dios para el mundo a lo largo de la historia.

En el desarrollo de la cronología bíblica nos vamos dando cuenta de qué manera Dios se va revelando de manera progresiva a un pueblo con el único objetivo de reconciliar a su creación consigo mismo.

Desde el principio, el ser humano decidió darle la espalda a Dios y vivir de la manera que le parece conveniente. Es por eso que al mirar a nuestro alrededor, nos damos cuenta a dónde puede llegar el hombre y la mujer sin Dios en el centro de sus vidas.

Los celos, la mentira, el engaño, la traición y la muerte no son cosas nuevas de estos tiempos. Ya desde el primer instante en donde se rompe esa relación con el creador, se pueden ver por doquier este tipo de acciones.

Es para eso que vino Jesús, para rescatarnos de la condenación eterna por causa de nuestra rebeldía y apatía hacia Dios. Esa es la gracia y el amor de un Dios que quiere reconciliar, volver a unir lo que estaba roto y quebrado.

Hoy, como lo fue hace muchos años atrás, muchos quieren confundir y negar la encarnación de Jesús. Pero son las Sagradas Escrituras, el accionar del Espíritu Santo en cada cristiano, en la proclamación poderosa de la iglesia, en la historia misma, y aún en la tradición cristiana, lo que avala con certeza este acontecimiento histórico que el mundo conoció por única vez.

Me impacta fuertemente la declaración del apóstol diciendo que él se sentía el primer pecador. Esa declaración no puede hacerse solamente con el intelecto y las emociones; sino más bien es el fruto de la experiencia de su reencuentro con Jesucristo.

Todos nosotros, al igual que nuestros antepasados nacimos separados, ajenos a la gloria de Dios por nuestra condición pecadora. Al ser convencido por el Espíritu de Dios de la realidad de mi pecado y de mi condición; es allí en donde entiendo que Cristo ocupó mi lugar en la cruz.

Si bien Cristo murió por todos, el lugar que ocupó en la cruz era para mí, y sin embargo él decidió tomarlo para que yo pueda tener vida por medio de su obra redentora.

La navidad es mucho más que abrir regalos y celebrar un tiempo en familia y amigos, es entender que el gran creador de los cielos y de todo lo que existe decidió dejar su gloria para venir a este mundo a dar su vida por mí.

Cuando entiendo que soy un pecador redimido, comprado por ese precio tan alto, hago mío el sacrificio y la entrega de Jesús; entiendo entonces el por qué comisiona mi vida para que sea un vocero, un proclamador por doquier de su gracia y de su amor; para que muchos de los que están a mi alrededor sin él, puedan conocerle y experimentar ese especial regalo en sus propias vidas.

De qué manera nos vamos a preparar para esta navidad? El mejor regalo que podemos llegar a tener es abrir nuestro corazón para que el único salvador, Jesucristo, entre en él y ponga el sello que me acredita ser parte de la gran familia de Dios y a tener una experiencia única con él.

Y si ya hemos pasado por esa experiencia de aceptar la gracia de Dios, qué gran oportunidad para que en estas celebraciones, podamos darle el mejor regalo, y que muchos puedan conocer que Jesús vino para darle sentido a la vida y a rescatarlos de la condenación eterna.

¡Que este sea nuestro mensaje y mejor regalo para compartir!

Rev. Daniel A. Cali

Pastor


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