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Acción de Gracias...

"Entrad por sus puertas con acción de gracias, por sus atrios con alabanza; alabadle, bendecid su nombre. Porque Jehová es bueno; para siempre es su misericordia, y su verdad por todas las generaciones". Salmo 100:4-5

En estos días de acción de gracias, qué mejor que dirigir todo nuestro agradecimiento al gran Rey de reyes y Señor de señores. Este salmo es una muestra viva de que la alabanza a Dios va mucho más allá de lo que me pasa y de lo que haya recibido a mi favor. Es una invitación a exaltarlo por su esencia misma como Dios creador, sustentador y señor de todo lo que existe arriba en los cielos, abajo en la tierra y todo lo que está debajo de la tierra.

El salmista nos ayuda en este salmo a ver quién es nuestro Dios, cuál es su esencia y de qué manera nosotros podemos relacionarnos con él. Nuestro acercamiento hacia Dios, más que una oportunidad para pedir o solicitar algo a nuestro favor, debería ser como bien lo expresa este salmo, una oportunidad única de privilegio de poder contemplar y reconocer Su gloria.

Al reconocer quien es Dios y quienes somos nosotros, entendemos el tremendo privilegio inmerecido de poder acercarnos hacia él. El Señor Jesús, en su enseñanza sobre como acercarnos al Padre Celestial en oración, nos dio el esquema, el bosquejo de cómo poder armar una oración humilde, sincera y sencilla. En primer lugar dice: "Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre". La primera acción no está basada en mí sino en reconocer la gloria, grandeza y santidad de Dios.

El salmista dice: "El Señor es bueno, para siempre es su misericordia". Alguna vez nos hemos preguntado que sería de nosotros si la gracia y el amor de Dios no se hubiesen manifestado a nuestras vidas. "No hay bien para mí fuera de ti..." dice el salmista en el salmo 16:2; o como le dijeron los discípulos al Señor Jesús: "¿A quién iremos?, Solo tú tienes palabras de vida eterna."

El amor, la santidad y la justicia son algunos de los atributos de Dios. Atributos que le dan al hombre la seguridad y la confianza de poder acudir a un Dios que no cambia ni por el paso del tiempo, ni por circunstancias y que cumple con sus promesas de generación en generación.

¿Bajo qué premisas nos presentamos a la presencia del Señor? ¿Cuántas acciones de gracias genuinas hay en nuestros labios a la hora de alabar y exaltar el nombre del Altísimo?

Una de las formas en las cuales podemos medir nuestro nivel de espiritualidad y de comunión con Dios es analizar dos cosas: el tiempo de oración que tengo con Dios y la meditación de Su Palabra. Si mi vida ronda alrededor del activismo en la iglesia y en las relaciones de koinonía con los hermanos algo malo está pasando. Y no nos referimos a que esté mal hacerlo, simplemente que ambos son genuinos y de gran bendición cuando son el fruto de nuestra relación con el Señor.

El mundo ajetreado en el que vivimos a veces no nos permite gozar y disfrutar todas las bendiciones que Dios nos ha dado. Para peor aún, el pensamiento de egoísmo y de vanidad comienzan a sembrar disconformidad y apatía. ¿Por qué no puedo tener esto o aquello? ¿Cuándo será el día que pueda vacacionar en tal o cual lugar? ¿Será que muchas de las cosas que ansiamos tener no son las que Dios quiere para nosotros?. "Vanidad de vanidades, todo es vanidad", decía el predicador en Eclesiastés.

Cuando nos concentramos en las cosas de este mundo y descuidamos mirar las cosas de arriba, como les decía el apóstol Pablo a los colosenses, caemos en el error de entretenernos en las cosas efímeras y pasajeras que el mismo ofrece; no teniendo en cuenta que nuestra verdadera ciudadanía está en las esferas celestes. Jesús dijo que estamos en el mundo pero que no somos de este mundo, es por eso que el verdadero cristiano transita su vida colocando su mirada en el horizonte, en la meta, en el galardón que Su Señor tiene preparado para él.

Que el resto que nos queda de este año, al mirar hacia atrás y recordar todo lo que Dios ha hecho y todas las bendiciones que hemos recibido de su mano, podamos ser verdaderos hijos agradecidos, sabiendo que nuestro buen Dios ha prometido darnos todo lo que necesitamos para vivir sin que nos falte cosa alguna. Es promesa divina para que nosotros vivamos en esa confianza y seguridad que Dios nos ofrece.

Este domingo es el comienzo de adviento, donde como creyentes nos preparamos para recordar la muestra más grande del amor de Dios hacia nuestras vidas enviando a Su Hijo Jesús para redimir nuestras vidas y reconciliarnos con él. ¿Cómo no hemos de alabarle y exaltarle con todo nuestro ser?

Que en nuestro tiempo de intimidad y reflexión con el Señor, antes que pedirle cualquier cosa, podamos decirle: ¡Gracias Señor, bendito y exaltado seas, ahora y por siempre jamás! Que de nuestros labios emanen acciones de gracias porque como nos recuerda el salmista: "el Señor es bueno, para siempre es su misericordia, y su verdad por todas las generaciones".

¡Que su gracia se manifieste con poder en cada uno de nosotros!

En Cristo nuestro amado Señor y Salvador.

Rev. Daniel A. Cali

Pastor


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