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No me elegisteis vosotros a mí...

"No me elegisteis vosotros a mí, sino que yo os elegí a vosotros, y os he puesto para que vayáis y llevéis fruto, y vuestro fruto permanezca; para que todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, él os lo dé". Juan 15:16

El pasaje que encontramos en el evangelio de Juan en el capítulo 15 es una de las ponencias detalladas del verdadero propósito que el Señor Jesús tiene y espera de cada uno de nosotros. ¿Cómo podemos responder a esa búsqueda, a ese llamado que el Señor nos ha hecho?. Dice la Palabra de Dios que antes de la fundación del mundo el Señor ya sabía todo lo concerniente a nuestras vidas; a dónde íbamos a nacer, en que momento de la historia, bajo que circunstancias sociales, económicas y familiares. Pero lo más grande era el propósito para el cual Dios mismo nos había seleccionado y apartado, y esto se evidenciaría en la tarea de llevar frutos reales, concretos y duraderos. Cuando en mi vida entiendo esta profundidad teológica, que no soy meramente el fruto de la vida de una relación marital; todo a mi alrededor toma otro color. Entender que el gran creador de los cielos y de la tierra ya tenía puestos sus ojos en cada uno de nosotros, es algo que nos cuesta comprender. En el libro de Job dice que Dios mismo formó las medidas de la tierra, le dio los límites al mar y al océano, y acomodó la creación conforme a su sabiduría. Tratar de interconectar esta idea de que ya desde ese tiempo Dios sabía que iba a ser de cada uno de nosotros, denota el gran amor que Dios tuvo por mí y el privilegio que me da de ser una herramienta de bendición para los demás. ¿Qué decir ante semejante grandeza? ¿Cómo reaccionar ante una elección tan exhaustiva? Dios no nos pide que entendamos, sino que aceptemos ese amor, ese favor, esa gracia inmerecida de ser instrumentos suyos para llevar fruto, y fruto del bueno. A veces pensamos que podemos hacer cosas para Dios, pero lo que Dios quiere es un espíritu sumiso a Él; que en cada momento de nuestra vida, en el lugar en donde nos movemos, brillemos con la luz de Cristo en medio de tanta tiniebla que nos rodea. En este mismo contexto, encontramos que Jesús dice que damos la gloria a Dios cuando llevamos frutos genuinos y verdaderos. ¿Cuáles son esos frutos que Dios espera de nosotros?. Frutos dignos del discípulo de Jesús, frutos de amor, de gozo, de paz, de paciencia, de benignidad, de bondad, de fe, de mansedumbre, se dominio propio. ¡Qué privilegio tan grande!. Que en este tiempo podamos seguir levantando la bandera de Jesús. Que podamos descansar en el Señor y depositar todas nuestras cargas en Él, que entendamos la profundidad de que estamos de paso por este mundo, que somos peregrinos; pero que tenemos una gran tarea para desarrollar los días, los meses, los años que Dios nos regale en este mundo; y es la de llevar frutos que exalten y glorifiquen a Dios. ¿Cuánta gloria a Dios da tu vida hoy? Miles a nuestro alrededor caminan sin esperanza, desesperados porque nada de este mundo apela a sus necesidades. El trajín del día a día a veces opaca, confunde, distrae el verdadero propósito de nuestras vidas, pero al mirar a nuestro alrededor y al recordar el desafío del Señor; y ver un mundo que a gritos pide algo diferente, no podemos más que decir: Nosotros tenemos la respuesta para ese cambio, para esas necesidades; y esa propuesta se llama Jesucristo!. Que no dejemos pasar las grandes oportunidades que Dios pone a nuestro paso para ser instrumentos suyos! Entonces, nuestras oraciones estarán alineadas a la voluntad del Señor y responderá a cada una de nuestras peticiones. ¡Que podamos comenzar a cumplir con este propósito hoy mismo!

¡Dios les bendiga!

Rev. Daniel A. Cali

Pastor

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