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Limpiémonos de toda contaminación...

Queridos hermanos, es un gusto poder saludarles por medio de estas líneas después de una semana de regresar a Argentina para reencontrarnos como familia. El paso de esos días junto a todos ustedes ha sido de gran bendición para mi vida. Dios me regaló el privilegio de no solo poder conocerles sino trabajar codo a codo en Su Obra en la iglesia bautista de Denville.

Quiero agradecer en primer lugar al Señor que armó todo para que el viaje pudiese ser una realidad; agradecer la disposición de todos los hermanos que han invertido de su tiempo y esfuerzo en estos días; desde aquellos que abrieron sus puertas para hospedarme, los que invirtieron tiempo en ayudarme en los traslados, en las invitaciones que compartí con cada uno, etc.

Al mirar el gran desafío que tenemos por delante, sin duda que es un tiempo especial que Dios nos regala como iglesia para poder trabajar juntos en lo que El ya tiene preparado.

Les cuento que como familia ya estamos, más que nunca, preparados para ese día en que el Señor nos sorprenderá con los permisos necesarios para viajar allí; por lo que les animamos, a que una vez más, redoblemos nuestras oraciones al Señor para que esto pueda hacerse realidad en poquitas semanas.

Sabemos que serán muchos los desafíos que tendremos por delante al llegar allí, desde el lugar en donde vivir y demás enceres del día a día; pero el saber que Dios va con nosotros y que contamos con todos ustedes, nos ha no solo reconfortado sino animado a seguir mirando al Señor y a su obra; sabiendo que todas las cosas serán añadidas en su tiempo.

Personalmente, agradezco los emails de todos los que han escrito en estos días; sin duda que son de gran ayuda para poder seguir conociéndonos y para mantener comunicación fresca.

Por lo demás, quiero animarles a reflexionar en las palabras del apóstol Pablo:

"Así que, amados, puesto que tenemos tales promesas, limpiémonos de toda contaminación de carne y de espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios".

2 Corintios 7:1

La Palabra de Dios nos insta en estos tiempos tan difíciles en los que vivimos a aferrarnos a las promesas de Dios, ya que serán necesarias para enfrentar las dificultades que el mundo nos confronta en cada paso. Este mes es una muestra de como todo a nuestro alrededor pareciera en gozarse y celebrar lo opuesto a lo que Dios ofrece y propone en Su Palabra. ¿Cuál será nuestra reacción ante esta realidad en la cual experimentamos a diario en cada lugar a donde vamos?. ¿Cuál será nuestra respuesta en educación cristiana a las generaciones emergentes acerca de esta realidad espiritual?. Como el apóstol Pablo nos anima en este pasaje; no alcanza solo en conocer, en creer y en apropiarnos por la fe en las promesas de Dios; el pedido del Señor es todavía más enfático, más profundo; que requiere de nuestra voluntad humana para someterse a la Voluntad de Dios. Ese esfuerzo que Dios espera de nosotros es que nos alejemos y dejemos todas aquellas cuestiones que opacan el obrar de Su Santo Espíritu en nuestras vidas. Algo contaminado es algo que entró en un proceso de descomposición y que si no es sacado a tiempo puede empezar a contagiar todo aquello que esté a su paso. Dios sabe que un pecado no tratado, no confesado, no redimido, no saldado; puede ser el comienzo de que algo comience a degradarse dentro nuestro. Y dentro de la iglesia, del cuerpo de Cristo, debemos tomar en serio de que mi pecado no solo ofende a Dios sino que contamina al resto del cuerpo, es decir, a la iglesia a la cual pertenezco. El tono imperativo del apóstol es enfático: "limpiémonos de toda contaminación...". Sabiendo que Cristo Jesús cargó con todos nuestros pecados en la cruz, y que aún después de tantos años de haber ocurrido aquel tremendo y conmovedor acontecimiento en donde el Señor moría en nuestro lugar, esa sangre tiene poder para limpiar tu vida y mi vida de todo pecado. Dios espera que nosotros reconozcamos nuestra situación y condición; y que dejemos que El obre a nuestro favor. Esta práctica de revisión personal introspectiva, no es una opción, sino más bien lo básico y necesario para todos aquellos que queramos caminar con Jesús. Esta limpieza debe hacerse en cada área y rincón de nuestro ser. Todo nuestro cuerpo, alma y espíritu debe ser guardado irreprensible delante de Dios. La santidad es el sello que Dios ha puesto en nosotros y que espera de cada uno de nosotros. Sin santidad nadie verá al Señor. Me gusta el término del verbo presente que usa el apóstol Pablo, "perfeccionando..."; no es algo que se aprende de la noche a la mañana, sino más bien es la consecuencia de un caminar diario con Dios. Que en este tiempo, como cuerpo de Cristo, podamos aferrarnos de todas sus promesas, que sin duda serán bastones de ayuda y aliento en el día de la prueba; que nos presentemos con franqueza delante de la presencia de Dios confesando cada uno de nuestros pecados y gozando la restauración que Cristo nos dá por medio de su obra redentora en la cruz del calvario: y que día a día nos perfeccionemos en la vida santa, apartada, que Dios espera de cada uno de nosotros. Si esto es una realidad, preparémonos para ver las grandes cosas que Dios hará en cada una de nuestras vidas, en nuestras familias y en la iglesia en la cual Dios nos ha reunido.

Que el Señor les bendiga ricamente!

Rev. Daniel A. Cali

Pastor

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